En la espesura de la selva maya, crece una curiosa pareja de árboles: el Chechén y el Chacá. Estos árboles, más que simples plantas, son protagonistas de una antigua leyenda que habla de la dualidad humana. Se dice que en tiempos ancestrales, dos hermanos guerreros, de personalidades opuestas, se enamoraron de la misma mujer. Esta rivalidad los llevó a un enfrentamiento que conmocionó a los dioses, quienes decidieron transformarlos en árboles.
Tizic, el hermano de corazón cruel, se convirtió en el Chechén, un árbol venenoso cuya savia provoca dolorosas quemaduras. Por otro lado, Kinich, el hermano bondadoso, se transformó en el Chacá, un árbol cuyas hojas tienen el poder de aliviar el dolor causado por el veneno del Chechén. Así, los dioses establecieron un equilibrio entre el bien y el mal, simbolizado por la coexistencia de estos dos árboles.
La leyenda cuenta que donde crece un Chechén, siempre habrá un Chacá cerca, como una representación de la eterna lucha entre las fuerzas opuestas que habitan en el ser humano. Esta historia ancestral ha sido transmitida de generación en generación, convirtiéndose en una enseñanza sobre la importancia de encontrar el equilibrio en la vida.
La leyenda del Chechén y el Chacá no solo es un relato fascinante, sino también una metáfora de la naturaleza misma. Estos árboles nos recuerdan que en la vida, como en la selva, siempre existirán fuerzas contrarias, pero también la posibilidad de encontrar la armonía y la cura.