Por: Iridiany Martín
El establecimiento de extranjeros en el barrio mágico de la Ermita lo obligó a mantenerse silencioso, sin serenatas ni actividades culturales como antaño, añoradas por los vecinos que han crecido en esa zona que aún conserva el aire de rincones coloniales y remanentes del desarrollo de finales del siglo XIX, como los adoquines rojos de las calles.
El Centro Histórico de Mérida es considerado el corazón de la ciudad, sus barrios cuentan la historia de un lugar que ha mantenido su vida cotidiana en él, es lugar de rutas de transporte, negocios de primera necesidad, servicios gubernamentales y atractivos turísticos.
El parque del barrio, ubicado en el cruce de las calles 66 x 77 a un costado de La Ermita, pasó de ser una explanada de tierra a un lugar de palenques y peleas de gallos, por lo que fue conocida en un tiempo como la Plaza del Gallo, fue también escenario de eventos musicales y ha servido para locaciones de telenovelas por su traza, vegetación y quiosco.
La Ermita fue fundada por un vecino de apellido González de Ledesma, pero no se sabe con exactitud su fecha de fundación, pero se estima que fue terminada de construir en 1748, según una inscripción tallada en piedra en la parte superior de la entrada principal de la iglesia.
Hoy es uno de los barrios más importantes, no sólo del Centro Histórico, sino de la ciudad y pese a la llegada de varios extranjeros en la zona, los vecinos que viven en el barrio son mayormente adultos mayores que se establecieron desde su niñez y juventud.
Asimismo, anhelan que las actividades culturales regresen al barrio, porque son una distracción para ellos y también parte del fomento a los atractivos de los visitantes y vecinos de colonias cercanas.
En contraste, es uno de los suburbios donde los foráneos establecidos causan algunas desventajas para los meridanos como las altas tarifas en las rentas, sin embargo, los vecinos aseguraron que se mantienen en una convivencia tranquila, pero que quisieran conservar la esencia de un barrio yucateco.
La iglesia de la Ermita de Santa Isabel alberga también un jardín botánico abierto en las mañanas y en eventos especiales para las visitas del público, con espacios de tranquilidad y armonía con la naturaleza, pero también con la historia.
También el barrio posee casas, placas, personajes, leyendas y material cultural que con el paso de los años fue quedando en el olvido.