Por: Darcet Salazar
Desde las tierras de Tecoh, Yucatán, Socorro Loeza Flores ha tejido una narrativa única en la escena teatral contemporánea. Sus obras se erigen como un puente entre el pasado ancestral y el presente que busca reconocer su valía. Desde sus primeras incursiones en el teatro.
La dramaturga ha tenido claro su propósito: recuperar la lengua maya y convertirla en una herramienta viva que hable no solo de un pueblo mítico, sino de las comunidades que aún respiran y viven esa herencia.
Lo que comenzó como un sueño, se ha transformado en una realidad que ha traspasado fronteras, llegando a Chile, Cuba, Argentina entre otros lugares.
A lo largo de su carrera, uno de los desafíos más grandes que enfrentó fue reintroducir la lengua maya en el teatro, un idioma que muchos creían confinado a las zonas rurales o al olvido. Durante años trabajó en castellano, pero sintió la necesidad de darle voz a su lengua materna.
Al hacer obras en maya “Te dicen que no lo van a entender, sin embargo, su persistencia ha demostrado lo contrario. En los escenarios locales e internacionales, el idioma maya ha resonado, conectando de forma íntima con públicos diversos; pues ha logrado que temas aparentemente locales, como el rompimiento generacional, sean comprendidos y aplaudidos en lugares lejanos y con otras lenguas.
El teatro de Loeza no solo ha sido un vehículo para contar historias, sino un instrumento poderoso para la preservación de la tradición maya. Las leyendas y conocimientos mayas, especialmente en montajes dirigidos a los niños, quienes, a través de cuentos, canciones y juegos, redescubren el valor de su lengua y sus raíces.
La actriz no solo lleva el teatro maya por el mundo, sino que también trabaja para asegurar que la lengua maya florezca en su propia tierra. A través de su colaboración con la Asociación Garabide del País Vasco, busca revitalizar el uso cotidiano del idioma, inspirada por el renacimiento del euskera.