Por: Iridiany Martín
En los camposantos de Mérida, el olvido se hace palpable en las tumbas abandonadas, ocultas entre las imponentes lápidas bien cuidadas. Algunas, con inscripciones desgastadas y cubiertas de grietas o roturas, son testigos de una soledad eterna.
Aunque muchas de estas tumbas permanecen sin adornos, algunas familias mantienen vivo el recuerdo con flores, velas y otros arreglos, mientras que otras parecen quedar a merced del tiempo y el abandono.
Se trata de aproximadamente un 40 por ciento de espacios que no reclaman dueño, sino que se mantienen en espacios donde los restos descansan, aunque ni los mismos administrativos sepan si en algún momento alguien los reclamará.
La capital yucateca alberga alrededor de ocho cementerios con miles de tumbas. Con el crecimiento de la ciudad, lugares como Chuburná y Chichí Suárez se integraron a Mérida, aunque conservan su propia identidad y dinamismo.
La situación de las tumbas abandonadas sigue siendo incierta. Desde la administración de los panteones se busca una solución, pero en muchos casos los esfuerzos se ven complicados por cuestiones legales.
También debido al paso de los años, la mayoría de éstas están casi por desbordarse por completo, es decir, las tapas están rotas y se deja a la vista el interior, así como otros aspectos que ya se fueron borrando con el paso del tiempo.
