Al resaltar que la mala alimentación o el hambre entre los jóvenes durante sus jornadas diarias se ha convertido en un factor clave para el desarrollo de problemas de salud mental, la coordinadora del Sistema de Psicólogos en Yucatán, Sally Vanega Romero, señaló que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la falta de nutrientes esenciales, como el hierro y el complejo B, eleva 30 por ciento los casos de ansiedad y depresión en el sector poblacional.
Vanega Romero explicó que el organismo de los jóvenes necesita un equilibrio adecuado de nutrientes para enfrentar las exigencias académicas y laborales.
Sin embargo, el ritmo de vida acelerado y el acceso limitado a alimentos saludables han llevado a que muchos pasen largas horas sin comer o recurran a opciones de baja calidad nutricional, lo que afecta su capacidad para concentrarse y controlar sus emociones.
La especialista señaló que la ansiedad es una de las primeras consecuencias de una dieta deficiente, ya que el cerebro, al no recibir la energía necesaria, envía señales de alerta que desencadenan angustia. Este estado puede prolongarse si no se corrigen los hábitos alimenticios, generando un ciclo que impacta no solo el rendimiento académico, sino también las relaciones interpersonales de los jóvenes.