Opinión

No soy un robot… todavía

Rosely E. Quijano León

Así como la irrupción a nuestras vidas del internet y los teléfonos celulares modificaron los comportamientos y las conductas sociales de los Baby Boomers y la Generación X, es una realidad que la inteligencia artificial está rediseñando nuevamente nuestras conductas humanas. El escritor Juan Villoro, en su más reciente libro “No soy un robot. La lectura y la sociedad digital”, plantea una poderosa interrogante: “De tanto interactuar con la tecnología, ¿aún actuamos como humanos?”.

Seguramente, en alguna ocasión, mientras navegabas por internet te ha aparecido que debes dar clic en la frase “No soy un robot”, que es un sistema diseñado para verificar que un usuario es humano y no un programa automatizado (robot). Es decir que, desde hace mucho, en el mundo virtual hemos convivido con ellos, en un universo digital que solo necesita distinguir entre humanos y robots.

El libro de Villoro aborda eso y más, es un ensayo profundo y analítico sobre la revolución de lo digital y el futuro no tan lejano en que la inteligencia artificial modificará por completo nuestras conductas, comportamientos, acciones y hasta formas de pensar, porque incluso ya estudios que comprueban que “el Coeficiente Intelectual decae al tiempo que la inteligencia artificial mejora”, es decir, ¿en algún momento los robots serán más inteligentes que nosotros?

Lo que sí es una realidad es que ya son más rápidos y eficientes en múltiples tareas, además que nos ahorran en muchos casos la fatigosa necesidad de pensar, leer o escribir, mejor pedirle a ChatGPT que lo haga por nosotros y nos ahorre tiempo y esfuerzo que al parecer ahora solo necesitamos para scrollear y dar likes en redes sociales.

Sin embargo, hay algo importante que no debemos dejar de notar, algo que se plantea en este y otros libros, series y películas de ciencia ficción o distópicas. ¿Recuerdan “Yo, robot”?, protagonizada por el polémico Will Smith, ambientada en el ya muy cercano 2035, donde humanos y robots conviven ya no solo en la virtualidad, sino también en el mundo físico, y Sonny es un robot que al final demuestra que también puede tener sentimientos y emociones como los humanos, incluso para salvarlos de ellos mismos.

Esta misma premisa la planteó también Roger Bartra hace algún tiempo: “Para que los robots alcancen formas de conciencia tan sofisticadas como las humanas […] deberán pasar por los rituales del placer y el dolor.”

Tal vez hoy ChatGPT pueda eficientar tareas, ahorrarnos tiempo e incluso darnos ideas, pero todavía es una inteligencia artificial con ensayo-error, no podemos confiar cien por ciento en ninguna herramienta de IA. Todavía a los humanos nos toca darle una instrucción, revisar, corregir o mejorar sus respuestas automatizadas.

Aunque sin duda, con el tiempo se irán perfeccionando hasta parecerse cada vez más a nosotros. Pero, ¿algún día podrán, como decía Bartra, sentir y actuar con base en el dolor y el placer, o en toda la gama de sentimientos y emociones que nos han hecho pensar, actuar y comportarnos a lo largo de todos estos siglos? ¿Acaso los celos de “Otelo” no siguen siendo tan profundamente humanos como insensatos? Imaginen la conducta y las respuestas de un ChatGPT celoso porque recurriste a DeepSeek. ¿Dejará de contestarte por unas horas o te lo reprochará cada vez que pueda?

La idea en sí no es del todo tan descabellada, en la película “Her” donde el protagonista, un hombre solitario, se enamora de Samantha (interpretada con la sensual voz de Scarlett Johansson) quien es una asistente virtual de IA y con quien entabla una “relación amorosa virtual”, se hace evidente que por más millones de años que llevamos pisando los seres humanos este planeta, la soledad sigue siendo nuestra gran debilidad.

Sentirse amado, escuchado y validado por alguien, aunque sea una máquina programada para decirte lo que quieres o necesitas oír, puede abrir un vacío aún más insondable que el desamor o el desinterés de otro ser humano.

Regresando al libro de Villoro, no es solo una oportunidad de lectura en la que se nos plantean un sinfín de interrogantes frente a la revolución que estamos viviendo con la IA, nos deja también una linda provocación, nos dice que los libros y la lectura son una “forma rebelde de la memoria”, ser transgresor en el presente es pensar, sentir y emocionarnos por nosotros mismos, incluso el dolor nos recuerda que aún somos humanos, y qué mejor forma existe de transmitir la condición humana sino a través del arte en general, sobre todo en los libros.

Ahora, cada vez que señalamos con un clic la casilla “No soy un robot”, pensemos que al menos no lo somos todavía.

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