Kalimán, el perrito que es director de Apoyo Emocional del ayuntamiento de Mérida
Tras un pasado difícil en las calles, encontró no solo un hogar sino también un propósito.

En los pasillos del Palacio Municipal de Mérida, entre el ir y venir de documentos y reuniones, una presencia peluda y serena ha robado el corazón de todos.
Se trata de Kalimán, un perro mestizo de mirada noble que, tras un pasado difícil en las calles, encontró no solo un hogar sino también un propósito: ser el “director de Apoyo Emocional” del ayuntamiento de Mérida.
Todo comenzó en marzo, cuando trabajadores del municipio notaron a este perrito tímido y distante merodeando cerca del edificio.

Con paciencia y dedicación, el personal, liderado por el jefe del Departamento del Área de Conservación, Juan Sosa Echeverría, logró ganarse su confianza.
Siguiendo las indicaciones de la alcaldesa de Mérida, Cecilia Patrón Laviada, se inició un protocolo completo de rescate: Kalimán fue esterilizado, desparasitado, vacunado y sometido a una revisión médica exhaustiva.
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Durante los días que estuvo en la clínica, su ausencia no pasó desapercibida. Los empleados preguntaban por él, extrañaban su incipiente compañía.
Su regreso fue celebrado con alegría, marcando el inicio de su nueva vida como un miembro invaluable de la familia municipal.
Hoy, con aproximadamente 4 años, Kalimán es cuidado por todos: unos aportan croquetas, champú, antipulgas o juguetes, e incluso los regidores participan con donaciones de alimento y premios.
“Lo nombramos así de manera interna, porque fue uno de los primeros perritos en brindar acompañamiento a los trabajadores en sus jornadas. Su sola presencia cambia el ambiente de las oficinas”, explicó Sosa Echeverría, quien se ha convertido en su mejor amigo y cuidador principal.
La rutina de Kalimán inicia a las 7 de la mañana, cuando llega al Palacio en el vehículo de Sosa Echeverría. Recorre distintas áreas de atención, e incluso acompaña a las cuadrillas en labores en zonas periféricas.

Cuando el calor yucateco aprieta, busca refugio en una oficina para descansar, siempre acompañado. Al terminar el día, regresa a casa con su cuidador, donde tiene un espacio seguro para pasar la noche.
Educado y limpio, Kalimán no necesita correa y mantiene un comportamiento ejemplar, cualidades que han facilitado su plena integración.
Cada paso que Kalimán da por el Palacio Municipal sirve como un recordatorio: los gestos más sencillos (un plato de comida, un espacio seguro, una caricia) pueden cambiar una vida para siempre.







