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El trono del jaguar en Chichén Itzá: La maravilla oculta en el castillo de Kukulkán

El castillo de Kukulkán en Chichén Itzá guarda un secreto oculto que asombra a quienes tienen el privilegio de conocerlo: el trono del jaguar y el Chac Mool, ubicados en la cumbre del antiguo basamento piramidal que dio origen al actual edificio erigido en honor al dios Kukulkán.

Desde 2006 fue cerrado el acceso a la bóvedo que lleva a una subida interna de 63 escalones donde reposan en la oscuridad ambas piezas en una sala que antes de ser cubierta era la cúspide de otra edificación abierta.

En acceso a documentos exclusivos de arqueólogos del INAH se conoce que el jaguar, venerado por los antiguos mayas, se convierte en el protagonista de esta maravilla arqueológica. Su piel manchada simboliza la bóveda celeste, donde las manchas representan las estrellas.

En varios ensayos obtenidos sobre estudios y exploraciones al mundo interior de mal llamada pirámide se expone que el trono de jaguar rojo, situado en la subestructura del castillo de Kukulkán, es un elemento cosmológico intrínseco al sistema de creencias mesoamericanas.

Más que un simple asiento de poder terrenal, el trono sirve como un vehículo de conexión con el mundo celestial y el inframundo. Al posarse sobre él, el gobernante canalizaba las fuerzas generadoras de los tres planos del universo, convirtiéndolo en el punto focal del axis mundi.

La simbología del jaguar se entrelaza con el Chac Mool, figura arqueológica presente en numerosas culturas mesoamericanas. Esta escultura, ubicada junto al trono, representa un ser acostado, con la cabeza y torso levantados, sosteniendo un plato sobre su abdomen. El Chac Mool actúa como intermediario entre el mundo terrenal y los dioses, recibiendo ofrendas y mensajes.

Por su hábito nocturno de cacería, el felino encarna la noche, el mundo obscuro y el inframundo. Pero más allá de su representación cósmica, el jaguar era el doble (nagual) por excelencia de los gobernantes, sacerdotes y hombres vinculados a lo sobrenatural, como los hechiceros.

En la mitología, el jaguar está estrechamente vinculado a Tezcatlipoca. En los mitos de creación, Tezcatlipoca fue el primer Sol, que, al ser desplazado por Quetzalcóatl, se transformó en jaguar. Entre los nahuas, al jaguar se le conocía también como Tepeyollotli, corazón del monte, reflejando su hábitat en lugares boscosos y sus madrigueras que semejan entradas al inframundo.

En el contexto de la cosmovisión mesoamericana, el trono del jaguar y el Chac Mool forman parte de un orden cósmico, donde cada elemento se entrelaza con la vida cotidiana, los rituales públicos y privados, y el ejercicio del poder. Estos objetos no responden al azar; más bien, son piezas clave que ilustran la profunda conexión entre los antiguos habitantes de Chichén Itzá y su comprensión del universo.

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