Opinión

El último capitán de la Iglesia Católica

José Miguel Martínez

El último capitán de la Iglesia Católica fue argentino, para sorpresa de propios y extraños. También fue el primer papa latinoamericano y no hay mejor manera de describir su paso por El Vaticano como una fiesta donde puso a bailar al son del tango, todo protocolo que se le cruzó; hizo bailar a la Iglesia bajo su son y no viceversa. Vino a intentar cambiar siglos de tradición y de retraso, vino a hablar con los que la Iglesia ha olvidado. Pero, ¿quién fue el papa Francisco?

Jorge Mario Bergoglio nació en Argentina en 1936 en la ciudad de Buenos Aires. En 1957 decidió convertirse en sacerdote, ordenando en Santiago de Chile, en 1960, por la orden Jesuita, quienes están enfocados en el pensamiento y la justicia social. Con los años desempeñó distintos cargos dentro de la Iglesia Católica.

En 1976, de la mano del general Videla, Argentina comienza una dictadura militar, en la cual Jorge tuvo mucha actividad como líder de los jesuitas en Argentina. Habló con el mismo Videla y con Massera, mano derecha del dictador, para reclamar la desaparición forzada de sacerdotes y de ciudadanos.

Asimismo, creó un corredor hacia Brasil para que los opositores al militar pudieran escapar. También, declaró en dos ocasiones en los juicios que se realizaron en contra de la junta militar en 1985.

En 1998 fue nombrado obispo de Buenos Aires y en 2001 Juan Pablo II lo nombró Cardenal. A pesar de su aumento de rango, siempre fue humilde, renunciando a todos los lujos que estos nuevos cargos le ofrecían.

En 2008 Argentina vivió un paro agropecuario y Bergoglio fungió de mediador para que el conflicto se acabara, no sin hacer un llamado público a las autoridades y a la presidenta para que dieran fin al conflicto, en un “acto de grandeza”.

En 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, fue parte del cónclave para la elección del nuevo papa. Sin embargo, resultó vencedor Joseph Ratzinger, conocido como Benedicto XVI, mismo que dimitió del puesto en 2013. Ese mismo año Bergoglio sería conocido como el papa Francisco. Durante su papado intentó modernizar a la Iglesia.

Así, de esa institución atrapada en el pasado y las viejas costumbres, le abrió las puertas a todos aquellos que quisieran acercarse, incluyendo a la comunidad LGBT+, los ateos, los divorciados, los de otras religiones, los enfermos, los reclusos, entre muchos otros.

En 2013, cuatro meses después de haber asumido su cargo, visitó la Isla de Lampedusa, epicentro de una crisis migratoria. Además de oficializar una misa, hizo un fuerte reclamo a la comunidad internacional sobre la indiferencia ante una crisis de tal magnitud. Ese mismo año, asistió a la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, donde tras un emotivo discurso les pidió a los jóvenes: “hagan lío”.

Dos años después levantó la voz en contra del cambio climático en su libro “Laudato sí”, donde cuestiona la poca acción internacional y la explotación desmedida de los recursos naturales. En 2016, realizó un encuentro con el líder de la Iglesia ortodoxa rusa, el primero desde el siglo XI. En 2021 realizó la primera visita de un papa a Irak, donde celebró una misa en una zona de guerra, dando reclamo al conflicto armado y aliento a su fin.

Personalmente, he de confesar que no soy el más apegado a la Iglesia católica, pero quiero destacar la trayectoria del papa Francisco como líder internacional, como alguien que quiso cambiar las cosas haciendo un buen uso de su posición. Fue alguien que no se quedó con las manos cruzadas, que hizo cuanto pudo por cambiar la Iglesia, por acabar con los lujos y, sobre todo, predicar con el ejemplo que, en un mundo de intolerancia e indiferencia, la mejor arma que tenemos es la tolerancia y la empatía.

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